miércoles, 21 de noviembre de 2012

La Llorona Huasteca


Esta leyenda aunque se cuente de diferentes maneras, en diversos pueblos del mundo, tiene sus orígenes en: Génesis 25:16-20; Jeremías 31:15; Mateo 2-18
"Así dice el SEÑOR: Se oye una voz en Ramá, lamento y llanto amargo. Raquel llora por sus hijos; rehúsa ser consolada, por sus hijos que ya no existen." Refiriéndose a la fecha del 28 de diciembre, cuando mueren varios infantes por ordenes de Herodes.
       Eran en aquel entonces, los meses de julio y agosto en los años de 1790 – 1800, en una aldea huasteca fincada en la sierra de Otontepec sobre el rio Tancochin, quizá Tancoco, quizá Amatlán, quizá Chinampa, quizá Naranjos.
       La aldea se componía de apenas unas veinte familias Téenek, entre ellas habitaba un matrimonio formado por Chajíp (otate fuerte) y  Chuyém (flor maravillosa) padres de seis niños, el más grande de nombre Tocob (nube) como de seis años, Chanab (grillo) de cinco años, Jel (sereno) de cuatro años, Expidh (solito) de tres años,  Albedh (hermosa)  de casi dos años y Uco (tordo) como de seis meses.
       Se podía decir que esta familia, era la más feliz de toda la aldea, pero la desgracia cambiaria por completo su destino.
       Fue un día nublado con amenaza de lluvia, cuando Tocob llevo a bañar a sus hermanitos a una poza de agua cristalina sobre el río, estuvieron retozando divirtiéndose en demasía, sin descuidar a sus hermanos menores.
      Ya en la tarde casi para salirse del agua, comenzó a llover precipitadamente, que Albedh la más pequeña se espantó y se dejó caer, en las aguas de la poza y Chanab se abalanzó sobre de ella para sacarla, pero de repente la corriente los arrastró sobre el río, al ver Tocob que sus hermanitos se estaban ahogando, se echa al agua queriéndolos rescatar, lo mismo hace el pequeño Expidh, pero el cauce del río era demasiado fuerte y se los llevó.
     Chuyém la madre al ver que la tempestad estaba arreciando, corre a la milpa con Uco en brazos, para avisarle a su marido Chajip que los niños andaban en el rio y no regresaban, despavorido Chajip va hasta el río y al ver que Jel uno de sus hijos estaba siendo arrastrado por la corriente, se lanza también al río muriendo ahogado, Chuyém al ver la tragedia, se arroja desesperada con el niño en brazos y también es arrastrada por la corriente.
     Los aldeanos comenzaron la búsqueda por las orillas del rio, sin encontrar rastros de la familia, hasta como a los diez días, en una mañana nublada encontraron a Chuyém,  a la orilla del río con la vista perdida, su cuerpo desnudo y su rostro desecho, casi cadavérico que producía terror, la envolvieron en una manta blanca y la llevaron a la aldea, no quiso comer ni beber agua, solo balbuceaba llorando lagrimas secas, (na´cuitol´i, na´cuitol´i )¡mis hijos… mis hijos!  Desde entonces le empezaron a decir  “Uxum ok´ol” (mujer que llora) o la llorona.
       Días después desapareció misteriosamente de la aldea, aunque algunas personas decían  que caminaba por la sierra  y el río gritando como en lamento ¡mis hijos, mis hijos!
      Pasaron casi tres años de aquel lamentable suceso, que parecía ya estar olvidado por los aldeanos huastecanos, hasta que una noche cuando azotaba una fuerte tormenta, en uno de los jacales de la aldea vieron como un fantasma atraviesa la pared de otate y lodo, cargando en brazos  al niño más pequeño, que estaba durmiendo en la cuna, gritando con gran tristeza . . . . . ¡mis hijos,…… mis hijos!......      los padres quisieron quitárselo, pero al intentar  agarrarla abrazaban una y otra vez solo aire vacio que los llenaba de terror.
       Uxum ok´ol  conocida como la llorona, lleva el niño hacia el río sumergiéndose en el agua hasta ahogarlo, mientras los aldeanos impotentes por no poder con este ser sobrenatural, veían como su rostro cadavérico y lleno de terror, se desvanecía gritando ¡mis hijos, mis hijos!.
       A la mañana siguiente encontraron a la criatura ahogada no muy lejos de la aldea, el cuello y la espaldita estaban rasgados, como si le hubiese pasado las uñas profundamente por su piel.
       Transcurridos  los tres días volvió a azotar otra tempestad, en la obscura aldea en medio de la sierra y en la orilla del rio Tancochin, los rayos caían centellando el jacalerío, de pronto escuchan nuevamente el lamentoso grito ¡mis hijos… mis hijos! Sí no había duda alguna, la llorona estaba de vuelta, solo que esta vez no entro a ningún jacal.
      Se paseaba por toda la aldea gritando, los aldeanos la miraban con recelo y temor era ella Uxum ok´ol sí la llorona, enredada como en una manta blanca casi trasparente, horas después casi al amanecer  se aleja rumbo al río, causando calma momentáneamente en la aldea, pero de pronto las puertas de todos los jacales, se abren como por arte de magia y los niños menores empiezan a caminar, como hipnotizados precipitándose  en el río, ahogándose absolutamente todos en sus aguas, mientras los aldeanos se quedaban estáticos sin poder hacer nada, como si la llorona los hubiese paralizado.
      Al llegar el nuevo día volviendo a la realidad, todo fue llanto y dolor, los aldeanos se abalanzaron hacia río, para rescatar los cadáveres de sus niños maldiciendo a la llorona y pidiéndole a Dios que se la llevara para siempre.
       Hoy en día, en la Ciudad de Naranjos, dicen que hay personas que la han visto y oído cuando viene la tempestad, gritando con gran lamento ¡aauuuuuuuuuuuuu! Sin mencionar a sus hijos, se cuenta esto pero no con mucha certeza.
       Los niños y algunas personas adultas también, cuando empieza a llover en la noche, más si se oyen truenos y quitan la luz, cierran bien las puertas y ventanas, se meten en sus camas tapándose hasta la cabeza, cuando el cielo empieza a tronar, no vaya a ser que la llorona grite a sus oídos ¡mis hijos, mis hijos! atravesando la pared y se los lleve al río.
Tomado del libro "Cuextécatl Volvió a la vida"
José Reyes Nolasco


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