Reconocido en todo México por su característico color blanco, el traje típico de la jarocha está lleno de significados que a través de la historia lo han hecho uno de los más vistosos y apreciados por su elegancia, movimiento y porte. Una expresión de lo veracruzano con los aportes de ultramar en México.
Los antiguos pobladores de la cuenca del Papaloapan son los que dieron origen a este bello atuendo. En un principio, se utilizaba el traje español, con influencias andaluzas, sin embargo, las telas pesadas y obscuras no eran aptas para el clima de la región, siendo este territorio de clima mayormente tropical y por lo tanto caluroso.
Poco a poco se sustituyeron estas hechuras españolas por telas más ligeras como el organdí, la muselina y el algodón, las cuales eran más frescas y permitían mayor movimiento.
Incluso el traje tiene rastros de una de las épocas más prósperas de Tlacotalpan, como puerto ribereño toma gran importancia para la vida económica del país después de la independencia de México y en el atuendo se agregan olanes, encajes, signo de bonanza económica.
Por otra parte, el término de jarocha se puede rastrear hasta el s. XIX, cuando el poeta José María Esteva utiliza la palabra "Jarocha" para referirse a las muchachas de la costa que baila en la tarima los sones con este traje. Esta forma de referirse a los ribereños ha quedado en el tiempo y hasta nuestros días se les conoce como tal.
El traje no solo se compone del vestido para las mujeres, pues lleva accesorios que complementan este traje típico. El rebozo es uno de los más importantes, pues da vistosidad y complementa el atuendo de manera coqueta, generalmente es de seda y va de acuerdo al color del listón que adorna el cabello de la dama.
Como adorno en la cabeza además del listón, se coloca una flor natural, generalmente rosas, pero con la particularidad de indicar el estado civil de la portadora, casada en la derecha y soltera en la izquierda. El cabello se recoge de manera elegante, algo de la reminiscencia de la herencia española presente en el peinetón, hecho de carey, que se encaja en el cabello para adornarlo.
La femineidad de la jarocha no falta y de su cuello cuelgan alhajas, como cadenas de oro y collares, también están los aretes largos que no pueden faltar, las perlas y el coral, todas estas alhajas generalmente han pasado de generación en generación. Un accesorio característico es el abanico, que siempre se está moviendo y que además de disipar el calor es signo de coquetería.
Hoy en día, aun se fabrican los trajes de jarocha en la ciudad de Tlacotalpan, incluyendo la blusa y la enagua blanca que son trabajos artesanales de deshilado, muestra de los bellos trabajos de las mujeres locales.
La falda es normalmente de organdí suizo: lleva dos o tres olanes lisiados, la falda tradicional no lleva grecas, en la parte de atrás lleva una ligera cola si es para ballet la falda es redonda y lleva mucho vuelo, si es de gala, lleva solamente seis piezas, no demasiado vuelo y termina en una ligera cola.
La mantilla, por su parte, también va bordada a mano, en esta se prenden dos camafeos o guardapelos, uno arriba y otro abajo. Además, no puede faltar el delantal negro que acompaña como contraste perfecto al atuendo: es de terciopelo negro bordado con flores algunas guías que rematan el bordado alderredor llevan un encaje y el listón.
Sin duda, el traje de jarocha es portado con mucho orgullo y alegría por las mujeres veracruzanas, que reconocen en él sus tradiciones, sus orígenes y su artesanía, así como la belleza del traje que se luce al bailar un fandango al ritmo de son jarocho, con la tarima y el volar de las blancas enaguas.
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