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viernes, 8 de noviembre de 2013

La Cantada, una tradición prehispánica de Naolinco que sigue viva

* Los franciscanos adoptaron los cantos que los indígenas entonaban a sus muertos y los convirtieron en alabanzas destinadas a los santos y a la Virgen
* Los grupos de cantantes se reúnen en el cementerio para entonar alabados y alabanzas en la capilla y delante de las tumbas, desde ahí recorren las calles para visitar y cantar ante los altares de las casas
En Naolinco, el 2 de Noviembre, se hace presente una tradición que data de tiempos prehispánicos, cuando los totonacas dominaban estas tierras: la Cantada, ritos que, a través de las generaciones, manifiestan la fe y la cultura de un pueblo que recuerda a sus antepasados con especial devoción.
Ésta fue una fiesta que se impuso y transformó, a pesar del mestizaje con los españoles, puesto que los frailes franciscanos, que se establecieron en 1542 en esta región, adoptaron los cantos que los indígenas entonaban a los muertos y los convirtieron en alabanzas destinadas a los santos y a la Virgen, lo que permitió que esta costumbre sobreviviese hasta nuestros días.
Dicen que México es el único país que celebra a la muerte con alegría, esto se hace patente en la noche del 1 de noviembre, cuando cientos de familias naolinqueñas y visitantes acuden al cementerio, en medio de un ambiente festivo, para esperar a los diferentes grupos que participarán en la Cantada.
Es un cementerio tradicional, aquí las tumbas son parte del espectáculo y están iluminadas. Pequeñas capillas, enormes monumentos, ángeles, cruces y vírgenes están destinados a salvaguardar los hogares que los humanos construyen para descansar y ser recordados, son el escenario en el que se presentarán los protagonistas de la noche: los cantantes.
En cuanto los vecinos empiezan a entonar en la capilla dedicada a la Virgen del Carmen las Alabanzas, es decir, aquellos versos en los que el solista canta diferentes versos y el coro le contesta repitiendo siempre la estrofa inicial, se hace un silencio respetuoso. De ahí pasan a las tumbas de los fallecidos para dedicarles algunas coplas antes de visitar las casas para cantar ante los altares.
Hasta las 12 de la noche se entonan Alabanzas, a partir de la medianoche y hasta el amanecer se comienzan a cantarse los Alabados, éstos son más tristes que las Alabanzas y se diferencian porque el líder de cada grupo entona una estrofa y los demás le contestan repitiendo los mismos versos.
“Me impulsa a cantar la devoción por mis fieles difuntos”, reconoció Nelly Arriaga Bellido, una de las solistas que, junto con sus amigos, recorrió Naolinco esta noche.
“Me parece muy interesante que aún se conserve esta tradición, es de México y no se debe perder. Esto es algo nuestro y debemos seguir conservándolo por mucho tiempo, por eso continuaré cantando mientras pueda”.
Por su parte, uno de los vecinos de Naolinco que acudió al cementerio para presenciar esta tradición prehispánica, Rubén Rodríguez Meza, señaló que ésta no ha cambiado porque la gente sabe que es una herencia de los totonacas, y por eso la valora.
La Cantada, una tradición prehispánica de Naolinco que sigue viva
Cuando era más joven e iba a cantar, recordó nostálgico, me recibían muy bien en las casas, siempre con algún dulce. Lo único que es diferente son los versos de los Alabados y las Alabanzas, porque cada año se inventan unos distintos. Ahora, por ejemplo, está muy de moda los versos destinados al beato Ángel Darío Acosta Zúñiga, mejor conocido como el padre Darío, que nació en Naolinco y fue mártir durante la época de los Cristeros.
María Leticia Becerril Andrade vino desde Xalapa con su familia para participar de esta tradición. Era la primera vez que acudía a la Cantada, por eso manifestó estar muy impresionada. “Nos gusta cómo han mantenido las tradiciones y cómo han conservado el arreglo de las casas y la elaboración de las ofrendas”.
“Los naolinqueños esperamos todo el año a que lleguen estas fiestas, por eso, aunque hubiese una gran tormenta, la gente saldría a las calles para la cantar a los santos y difuntos, pero curiosamente yo no recuerdo que haya llovido nunca una noche como ésta”, añadió Francisco Rodríguez.
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Naolinco, altar de tradiciones ancestrales llenas de vida

* El origen de estas celebraciones data de cuando Naolinco todavía era Tatimolo y el pueblo totonaco no había sido conquistado por los aztecas
Durante las primeras horas de este mes, cuando el aire se torna más frío, la atmósfera de Naolinco es invadida por el olor a cempasúchil y copal, a pan de muerto, tamales, frutas, dulces y entonces el recuerdo silencioso vuelve la mirada a quienes ya se han ido, recuerdo que hace más viva su presencia en este mundo.
En esta ciudad, la tradición del culto a los muertos, que se remonta a la época prehispánica, es una cuestión de vida. Todavía se honra y guarda reverencia a los difuntos con la creación de altares, la visita al cementerio y la tradicional Cantada, y hace unos 18 años se comenzaron a elaborar las primeras escenas con catrinas que visten de color las calles y plazas.
Si buscáramos el origen de estas fiestas, lo encontraríamos cuando Naolinco todavía era Tatimolo y el pueblo totonaco no había sido conquistado por los aztecas, explicó el estudioso de la historia de esta región, Martín Meza Ladrón de Guevara.
Originalmente, las festividades no eran sólo en los primeros días de noviembre, sino que empezaban el día 21 de septiembre cuando se abrían las puertas del Inframundo, que con el tiempo se convirtió en la festividad del santo patrono de la ciudad, san Mateo, a partir de ahí había otras celebraciones que fueron adoptadas por la Iglesia Católica.
Los días “fuertes” comenzaban el 27 de octubre, llamado el Día del Perrito porque, de acuerdo con la tradición prehispánica, el alma de este animal ayudaría a los humanos a cruzar los nueve inframundos.
El día 28, cuando se construye el altar, está dedicado a los que mueren ahogados o por un rayo. Mientras que el 29 es el llamado día de los matados. Al día siguiente, el 30 se recuerda a los niños del Limbo, es decir aquellos que no han visto la luz, y el 31, a los más pequeños.
La noche del 1 de noviembre es la más especial para los naolinqueños, porque es cuando se realiza la tradicional Cantada, que comienza a las ocho de la noche en el cementerio, donde los vecinos entonan los tradicionales Alabados y Alabanzas en honor a los difuntos. Está destinado a los muertos adultos, a quienes se celebra con sus comidas favoritas.
El 2 de noviembre se acude al cementerio y se pide por el alma solitaria que no tiene quien la recuerde, por la que se enciende una vela. Pero la celebración no termina ahí, durante todo noviembre los vecinos acuden al cementerio para rezar el Rosario por el alma de todos los difuntos.
Naolinco, altar de tradiciones ancestrales llenas de vida
Altares vivos destinados a los muertos
Otra de las tradiciones más llamativas es la construcción de los altares en honor a los difuntos, que han cambiado poco desde la época prehispánica.
Delante de estas ofrendas todavía se coloca un camino de pétalos amarillos para que las almas encuentren el camino a casa, y se conserva el arco de carrizo decorado con palma y flor de cempasúchil, del que se puede colgar pan de muertos o algunas frutas.
Las estructuras se construían con nueve escalones, que representaban los mundos del Mictlán. Hoy tienen diferentes alturas y hasta prescinden de los niveles, pero su propósito continúa siendo el mismo: recordar el paso de este mundo al otro.
En los altares naolinqueños siempre están presentes los cuatro elementos que conforman el mundo: el papel picado y el copal, que representan al viento; la comida favorita de los difuntos, la fruta y dulces, que evocan a la tierra; las velas y las flores de cempasúchil, que indican el culto al sol, y un vaso de agua, que hace presente al vital líquido.
Además, es típico dedicar en el nivel superior de este espacio a un ente divino, que con la cristianización pasó a ser representado por una cruz o una imagen de la Virgen del Carmen, san Mateo e inclusive el beato Ángel Darío Acosta, que despierta mucha devoción entre los habitantes de esta ciudad ubicada en la orilla de la Sierra de Chiconquiaco.
Con tres o nueve escalones, con muchos o pocos elementos y símbolos, las ofrendas a los muertos en Naolinco recuerdan la fugacidad de la vida humana y la permanencia del recuerdo de quienes dejaron su huella en el mundo, impronta indeleble en la memoria de los vivos.
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domingo, 3 de noviembre de 2013

A través de sus catrinas, en Naolinco, vivos y muertos se encuentran

* Hace unos 18 años que se hicieron por primera vez en esta ciudad las ahora tradicionales catrinas
* Las figuras tradicionalmente se elaboran con un armazón de hierro y papel crepé
Los muertos han regresado del otro mundo para encontrarse con los vivos, por unos días, en Naolinco. Se les puede ver haciendo malabarismos, con el médico, preparando antojitos, en una pelea de gallos, descansando después de un largo día, en la tradicional Cantada frente a un altar, homenajeando los muertos y hasta bailado en un tubo en una casa de citas.
Pueden aparecer en cualquier esquina, porque durante estas festividades del Día de Muertos, los parques, calles, casas, escuelas y negocios se adornan con catrinas representando diferentes escenas de la vida diaria o de la antigüedad.
Pero ésta, a diferencia de los altares de origen prehispánico, es una tradición relativamente reciente en esta ciudad. Hace unos 18 años el relojero Héctor Alejandro Murrieta Ortiz comenzó, junto con un grupo de amigos, a representar estampas con estas creaciones plásticas y todavía sigue haciéndolo.
Recordó cómo el presidente municipal les pidió hacer algo más que los típicos altares, y entre todos decidieron crear con armazones de hierro y papel crepé estas figuras en forma de esqueleto, pero vestidas como los seres humanos vivos.
“El secreto estaba en que cuidábamos mucho los detalles, no era sólo la figura”, comenta orgulloso al hacer una comparación con las escenas actuales. Entre todos aportaban algún detalle que le diese realismo al cuadro: La alfombra de su madre, la lámpara de la casa de un amigo y una foto vieja que había en la casa en la que se realizaba la exposición.
A través de sus catrinas, en Naolinco, vivos y muertos se encuentran
Uno de los cuadros que recuerda con más cariño don Héctor es el que realizaron en honor a María Félix y Agustín Lara. “Tenía todos los detalles y hasta se le construyó un piano con teclas de unicel. “A todo el mundo le encantó ¡Ojalá la hubiesen visto!”.
Cada año, las escenas eran diferentes y muy grandes, se hacían en casas particulares y la gente entraba a verlas, como sucede con los altares de muertos. De esta forma, se empezó a construir una tradición que cada año atrae a miles de personas a Naolinco.
Hoy día, los visitantes pueden disfrutar de las diversas exposiciones de catrinas como la de la calle Reforma, la del restaurante Pilatos o la de Casa de la Cultura, que reúne 20 catrinas, además de las que forman parte de las escenas.
Ahora se hacen con papel maché para su venta y algunas se visten con ropa de verdad, para darles más realismo, pero los vecinos y visitantes de este pueblo enclavado en las montañas de Veracruz siguen disfrutando esta tradición viva.
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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Naolinco vive sus tradiciones con muestras de altares y representaciones


* Miles de visitantes locales, nacionales y extranjeros aprecian la belleza artesanal y las costumbres ancestrales de este pueblo
Naolinco de Victoria, Ver., 03 de noviembre de 2012.- Con motivo de las recientes celebraciones, autoridades y pueblo de Naolinco se abocaron a la realización y presentación de una muestra artística de altares y representaciones de diferentes instantes de la vida cotidiana, en la que los protagonistas son catrines y catrinas.
Miles de visitantes han podido admirar el gran trabajo artesanal de los pobladores, quienes año con año se esmeran en preservar sus tradiciones, a través del rescate de elementos artístico-culturales de gran significado y belleza.
A la entrada de esta cabecera municipal, localizada a escasos 40 minutos de la capital del estado, un tradicional arco, confeccionado con flores de muerto, da una cálida recepción a los visitantes.
En el parque central, el quiosco fue habilitado en su parte baja, con una cantina llamada El Atorón, en la que calacas ataviadas con mucha elegancia disfrutan un buen momento, ya sea bailando, cantando, jugando dominó o baraja española; el piso está cubierto de millones de hojas de flor de cempasúchil. La gente admira la estampa y se toma fotos en esta muestra.
En la calle ubicada entre el palacio municipal y el parque central, se colocó la representación de un rodeo, actividad muy popular en las fiestas patronales de las comunidades de este municipio. Aquí se aprecia un jinete lazando a un toro, mientras que un parroquiano trata de huir de una embestida; alrededor de la valla, los pobladores, que son calacas de todos tamaños y con vestimentas campiranas, se divierten de los participantes.
Por su parte, los prestadores de servicios turísticos como hoteleros, restauranteros, guías, a los que se suman propietarios y empleados de panaderías, comercios de artesanías típicas, dulcerías y zapaterías, han mostrado mucha disposición y esmero en atender al turismo local, nacional y extranjero.
“El Ayuntamiento les facilita los catrines y las catrinas y les asesora en cuanto a la vestimenta, a fin de que las coloquen afuera de su establecimiento”, dijo el alcalde Genaro Fernando Pérez López.
Precisó que la celebración de los Fieles Difuntos comenzó el día 31 de octubre, con la exposición tradicional de altares y calaveras en la Casa de Cultura. “El día 1 de Noviembre realizamos la tradicional Cantada, iniciando en el panteón de la cabecera municipal y de ahí nos desplazamos a las casas particulares donde, al término de cada alabanza, las familias comparten con los visitantes su comida, bebida, pan y dulces típicos”.
Las exposiciones de altares y de catrines, detalló el munícipe, permanecen hasta el día 4 de noviembre, por lo que este fin de semana es propicio para el paseo familiar por las principales calles de Naolinco. En la escuela primaria Juan Escutia y en la preparatoria Ángel Carvajal, los alumnos montan altares y realizan algunos cuadros representativos de Todos Santos.
El edil agregó que este año “rebasamos las expectativas, el día 1 de noviembre tuvimos más de 10 mil visitantes, el día 2, tuvimos aproximadamente siete mil, así como este sábado. El año pasado tuvimos turistas rusos, y este 31 de octubre nos visitaron de Japón”.
Expresó que este año, como en el anterior, Naolinco contó con el apoyo del gobernador Javier Duarte de Ochoa, a través de la Secretaría de Turismo. “Logramos una gran fiesta, en la que participó la población y los visitantes se llevaron una buena experiencia, afirmando de buen agrado que volverán en la próxima ocasión”.
Mientras que en la Casa de la Cultura Miguel Mata Reyes, los visitantes pudieron apreciar seis exposiciones de gran belleza y riqueza cultural. A la entrada, una serie de catrinas elegantemente vestidas, en el fondo un enorme altar prehispánico; más adelante, en otra sala, la recreación de una panadería tradicional, con todo y horno y sus materias primas.
En otro espacio, El Funeral, en el que se observa el féretro, el sacerdote y los deudos; en una sala más, la ofrenda tradicional, con siete escalones, que representan los pasos que imponía Mictlantecutli, dios de los muertos, para llegar al descanso eterno. Este altar está dedicado al beato Ángel Darío Acosta, oriundo de este pueblo.
En uno de los pasillos principales, se instaló un bar denominado El Fandango, dedicado a la memoria de Don Panchito, personaje popular de este municipio y que tiene como música de fondo las creaciones de Guillermo Álvarez.
Finalmente, frente a este singular bar, en el patio de la misma Casa de Cultura, se halla la recreación de un panteón, en la que cada tumba en su lápida tiene una frase para reflexionar, incluso, en la barda se ven trepadas varias calacas intentando escapar.
El director de esta Casa de Cultura, Mauricio Escobar Meza, señaló que el propósito fundamental es “preservar la herencia cultural de nuestros antepasados y contribuir de esta forma a que las nuevas generaciones de niños y jóvenes conozcan la identidad de nuestro municipio y su arraigo a las costumbres ancestrales”.
Explicó que tan sólo en la planeación de la muestra, que se expone desde el 31 de octubre hasta el 4 de noviembre, se lleva aproximadamente dos meses, en los cuales se determinan los temas sobres los que versa cada espacio, la serie de vestimentas que van a ocupar los catrines y las catrinas, así como elementos significativos como los platillos, velas, flores y papel picado, entre otros; en su conjunto, cada año se renueva el concepto en cada una de las exposiciones.
“Lo que no puede ser distinto es el altar tradicional de Naolinco, varía un poco su construcción y la colocación de los elementos, pero la idea es que, con mayor información, logremos que el altar se enriquezca aun más”.
Por su parte, la directora de Turismo, Rosa Isela Luna Merino, dio a los turistas una breve explicación acerca del altar tradicional que permanece instalado en los bajos del Palacio Municipal.
“Este año lo dedicamos al beato Ángel Darío Acosta y contiene frutos de la región como mandarina, limas, manzanas, naranjas, pan, dulces, vinos y licores típicos de la región, flor de muerto, producida en El Espinal y Naranjillos, dos de las comunidades pertenecientes a Naolinco, mientras que el trabajo de papel picado es elaborado a mano. Estas exposiciones son abiertas al público en general y el acceso es libre”, concluyó.


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viernes, 4 de noviembre de 2011

Veracruz, fusión de ritos y tradiciones

Veracruz, fusión de ritos y tradiciones

* Los veracruzanos hablan de las creencias
Una fusión de tradiciones, ritos, creencias y sabores se ha dado cita en los bajos del palacio de Gobierno del estado, en donde se montó una exposición de altares representativos de las principales regiones de la entidad veracruzana.
La rica herencia cultural que tiene Veracruz en vestuario, alimentos y creencias, se hace patente en las ofrendas que representan a poblaciones como Naolinco, Coatepec, Xico y a la región de las Altas Montañas que, entre elementos de origen prehispánico y del cristianismo traído por los conquistadores, representa lo que en aquellas regiones las familias ofrecen a sus difuntos en la creencia de que por estos días los visitan y vienen a nutrirse de lo que en vida les gustaba.
Tamales, tortillas, atole, chocolate, dulces tradicionales, frutas, cerámica, cestería, manteles, jaras, huacales, coronas, imágenes, un vaso con agua, y flor de cempasúchil son algunos elementos que no faltan en un altar y se conjugan en una actividad que permite estrechar los lazos familiares.
El 31 de octubre, llegan los muertos chiquitos, los niños, a quienes se les recibe con dulces, champurrado y juegos. Al partir, el día 1 de noviembre, llegan los grandes, a quienes se les recibe con tamales, mole y, si era su gusto, con el licor de su preferencia y su cajetilla de cigarros.
En cualquier caso, no ha de faltar la luz que los guía de las tinieblas de la muerte al hogar de sus recuerdos; y el camino de flores que simboliza al sol que nos da vida y que también les muestra el camino de regreso a casa.
En opinión de Nicolás Ramírez, y de acuerdo con las enseñanzas que recibió en su familia, en estos días las almas de los difuntos vienen del más allá a estar con sus familiares. “Por eso los honramos con los cuatro elementos que dieron origen al universo, el agua, la tierra, el viento y la luz”, recordó.
Ednita Gutiérrez Guaneros, opina que es una tradición que sirve para recordar a los seres queridos que ya han muerto. “Nosotros ponemos nuestro altar con papel picado, flores, veladoras, agua, caña, alcohol, cigarros, pan, chocolate y tamales”.
“Está bien que se sigan manteniendo las tradiciones mexicanas, en este caso los altares de muertos, de manera que esto contrarreste las prácticas extranjeras como el llamado Halloween, una tradición ajena a nuestra cultura que desgraciadamente va prevaleciendo en nuestros jóvenes y niños”, aseguró Lorenzo Morales Fernández, vecino de esta ciudad de Xalapa.
En su opinión, se trata de una tradición que constituye un verdadero sincretismo de elementos propios de las culturas que habitaron originalmente estas tierras y de los que trajeron los españoles con la religión católica, una fusión muy rica que vale la pena conservar y conocer, dijo.
Para Gerardo Flores, estudiante de preparatoria, esta exposición constituye una buena oportunidad para que la gente no pierda las tradiciones que son propias de nuestro país, sobre todo los jóvenes que cada vez pierden más sus valores culturales por falta de conocimiento.
César Uriel Rincón Quiroz considera que los altares u ofrendas que se dedican a los difuntos en estos días, son una tradición que se debería seguir conservando a través del tiempo, porque, además de ser parte de nuestra riqueza cultural, ayuda a conservar unida a la familia, un valor que ayuda a conservar sana y unida también a nuestra sociedad.

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jueves, 3 de noviembre de 2011

Veracruz, fusión de ritos y tradiciones

Veracruz, fusión de ritos y tradiciones

* Los veracruzanos hablan de las creencias
Una fusión de tradiciones, ritos, creencias y sabores se ha dado cita en los bajos del palacio de Gobierno del estado, en donde se montó una exposición de altares representativos de las principales regiones de la entidad veracruzana.
La rica herencia cultural que tiene Veracruz en vestuario, alimentos y creencias, se hace patente en las ofrendas que representan a poblaciones como Naolinco, Coatepec, Xico y a la región de las Altas Montañas que, entre elementos de origen prehispánico y del cristianismo traído por los conquistadores, representa lo que en aquellas regiones las familias ofrecen a sus difuntos en la creencia de que por estos días los visitan y vienen a nutrirse de lo que en vida les gustaba.
Tamales, tortillas, atole, chocolate, dulces tradicionales, frutas, cerámica, cestería, manteles, jaras, huacales, coronas, imágenes, un vaso con agua, y flor de cempasúchil son algunos elementos que no faltan en un altar y se conjugan en una actividad que permite estrechar los lazos familiares.
El 31 de octubre, llegan los muertos chiquitos, los niños, a quienes se les recibe con dulces, champurrado y juegos. Al partir, el día 1 de noviembre, llegan los grandes, a quienes se les recibe con tamales, mole y, si era su gusto, con el licor de su preferencia y su cajetilla de cigarros.
En cualquier caso, no ha de faltar la luz que los guía de las tinieblas de la muerte al hogar de sus recuerdos; y el camino de flores que simboliza al sol que nos da vida y que también les muestra el camino de regreso a casa.
En opinión de Nicolás Ramírez, y de acuerdo con las enseñanzas que recibió en su familia, en estos días las almas de los difuntos vienen del más allá a estar con sus familiares. “Por eso los honramos con los cuatro elementos que dieron origen al universo, el agua, la tierra, el viento y la luz”, recordó.
Ednita Gutiérrez Guaneros, opina que es una tradición que sirve para recordar a los seres queridos que ya han muerto. “Nosotros ponemos nuestro altar con papel picado, flores, veladoras, agua, caña, alcohol, cigarros, pan, chocolate y tamales”.
“Está bien que se sigan manteniendo las tradiciones mexicanas, en este caso los altares de muertos, de manera que esto contrarreste las prácticas extranjeras como el llamado Halloween, una tradición ajena a nuestra cultura que desgraciadamente va prevaleciendo en nuestros jóvenes y niños”, aseguró Lorenzo Morales Fernández, vecino de esta ciudad de Xalapa.
En su opinión, se trata de una tradición que constituye un verdadero sincretismo de elementos propios de las culturas que habitaron originalmente estas tierras y de los que trajeron los españoles con la religión católica, una fusión muy rica que vale la pena conservar y conocer, dijo.
Para Gerardo Flores, estudiante de preparatoria, esta exposición constituye una buena oportunidad para que la gente no pierda las tradiciones que son propias de nuestro país, sobre todo los jóvenes que cada vez pierden más sus valores culturales por falta de conocimiento.
César Uriel Rincón Quiroz considera que los altares u ofrendas que se dedican a los difuntos en estos días, son una tradición que se debería seguir conservando a través del tiempo, porque, además de ser parte de nuestra riqueza cultural, ayuda a conservar unida a la familia, un valor que ayuda a conservar sana y unida también a nuestra sociedad.

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viernes, 28 de octubre de 2011

La Cantada En Naolinco, Veracruz

La Cantada En Naolinco, Veracruz



Uno de los mayores atractivos de este municipio es la tradicional “cantada o alabanza a los fieles difuntos” que son coplas que los familiares hacen para recordar a personajes o familiares, en las casas las familias ponen sus altares con la comida favorita de sus difuntos, la gente deja abierta las puertas de su hogar a conocidos y extraños para que observen sus altares y porque no, también para unirse al canto que le preparan a los que se han ido, es una tradición que año con año se lleva a cabo el primero de noviembre ahí los grupos de  naolinqueños y familias salen al panteón donde se entonan las coplas.
La “Cantada” inicia a partir de las ocho de la noche y termina el dos de noviembre en la madrugada. Se puede llegar a medio día del 1 de Noviembre y probar la deliciosa gastronomía del lugar, además de una nieve de berenjena, típica de la temporada, visitar las catrinas que son colocadas en los callejones, negocios y casas, así como la muestra de altares monumentales y exposiciones plásticas alusivas al tema, todo se conjuga de una manera única para hacer de Naolinco una visita imprescindible.

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