* Los franciscanos adoptaron los cantos que los indígenas entonaban a sus muertos y los convirtieron en alabanzas destinadas a los santos y a la Virgen
* Los grupos de cantantes se reúnen en el cementerio para entonar alabados y alabanzas en la capilla y delante de las tumbas, desde ahí recorren las calles para visitar y cantar ante los altares de las casas
En Naolinco, el 2 de Noviembre, se hace presente una tradición que data de tiempos prehispánicos, cuando los totonacas dominaban estas tierras: la Cantada, ritos que, a través de las generaciones, manifiestan la fe y la cultura de un pueblo que recuerda a sus antepasados con especial devoción.
Ésta fue una fiesta que se impuso y transformó, a pesar del mestizaje con los españoles, puesto que los frailes franciscanos, que se establecieron en 1542 en esta región, adoptaron los cantos que los indígenas entonaban a los muertos y los convirtieron en alabanzas destinadas a los santos y a la Virgen, lo que permitió que esta costumbre sobreviviese hasta nuestros días.
Dicen que México es el único país que celebra a la muerte con alegría, esto se hace patente en la noche del 1 de noviembre, cuando cientos de familias naolinqueñas y visitantes acuden al cementerio, en medio de un ambiente festivo, para esperar a los diferentes grupos que participarán en la Cantada.
Es un cementerio tradicional, aquí las tumbas son parte del espectáculo y están iluminadas. Pequeñas capillas, enormes monumentos, ángeles, cruces y vírgenes están destinados a salvaguardar los hogares que los humanos construyen para descansar y ser recordados, son el escenario en el que se presentarán los protagonistas de la noche: los cantantes.
En cuanto los vecinos empiezan a entonar en la capilla dedicada a la Virgen del Carmen las Alabanzas, es decir, aquellos versos en los que el solista canta diferentes versos y el coro le contesta repitiendo siempre la estrofa inicial, se hace un silencio respetuoso. De ahí pasan a las tumbas de los fallecidos para dedicarles algunas coplas antes de visitar las casas para cantar ante los altares.
Hasta las 12 de la noche se entonan Alabanzas, a partir de la medianoche y hasta el amanecer se comienzan a cantarse los Alabados, éstos son más tristes que las Alabanzas y se diferencian porque el líder de cada grupo entona una estrofa y los demás le contestan repitiendo los mismos versos.
“Me impulsa a cantar la devoción por mis fieles difuntos”, reconoció Nelly Arriaga Bellido, una de las solistas que, junto con sus amigos, recorrió Naolinco esta noche.
“Me parece muy interesante que aún se conserve esta tradición, es de México y no se debe perder. Esto es algo nuestro y debemos seguir conservándolo por mucho tiempo, por eso continuaré cantando mientras pueda”.
Por su parte, uno de los vecinos de Naolinco que acudió al cementerio para presenciar esta tradición prehispánica, Rubén Rodríguez Meza, señaló que ésta no ha cambiado porque la gente sabe que es una herencia de los totonacas, y por eso la valora.
Cuando era más joven e iba a cantar, recordó nostálgico, me recibían muy bien en las casas, siempre con algún dulce. Lo único que es diferente son los versos de los Alabados y las Alabanzas, porque cada año se inventan unos distintos. Ahora, por ejemplo, está muy de moda los versos destinados al beato Ángel Darío Acosta Zúñiga, mejor conocido como el padre Darío, que nació en Naolinco y fue mártir durante la época de los Cristeros.
María Leticia Becerril Andrade vino desde Xalapa con su familia para participar de esta tradición. Era la primera vez que acudía a la Cantada, por eso manifestó estar muy impresionada. “Nos gusta cómo han mantenido las tradiciones y cómo han conservado el arreglo de las casas y la elaboración de las ofrendas”.
“Los naolinqueños esperamos todo el año a que lleguen estas fiestas, por eso, aunque hubiese una gran tormenta, la gente saldría a las calles para la cantar a los santos y difuntos, pero curiosamente yo no recuerdo que haya llovido nunca una noche como ésta”, añadió Francisco Rodríguez.
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