* Esta festividad tiene su origen en 1735, cuando llegó al pueblo la imagen de san Diego del Alcalá, quien alimentaba a los necesitados
* La importancia de la celebración rebasa incluso a las fiestas del 1 y 2 de noviembre
Como ocurre desde hace 278 años, el 12 de este mes inicia en Actopan la celebración de la Feria del Pan, con la velación de san Diego de Alcalá; la importancia de este evento rebasa, incluso, a las fiestas del 1 y 2 de noviembre.
La bendición de los panes, que se lleva a cabo en la iglesia principal de la comunidad, se da cada día 13, a las 10:00 de la mañana, y es un acto simbólico que rememora las acciones de Diego de Alcalá, que de acuerdo con la historia alimentó a los necesitados.
Durante las fiestas reviven las pequeñas calles de este pueblo en el que habitan unas mil 200 personas, y se llenan de familias que se encuentran y se saludan, conversan, se dan tiempo para actualizar eventos de importancia y presentan a los nuevos integrantes, algunos de ellos aún en brazos.
Cada casa, cada familia, prepara un espacio del hogar para colocar una mesa modesta, sencilla, llena de pan y barbacoas, plena de afecto y alegría por festejar la unión de los habitantes, que a lo largo de los años y generaciones continúan estrechando sus lazos afectivos.
Al caminar por las calles estrechas es obvio que la música sea el gran protagonista; desde el interior de los patios y las terrazas escapa hacia la calle, llama la atención de los visitantes que con frecuencia hacen un alto en su caminar para saborear un poquito de lo que cantan los músicos norteños, los tríos que no cesan de tocar.
En la calle, una familia hace una seña a un cuarteto norteño. Lo detiene, acuerdan el precio y empieza la música. Bajo, batería, guitarra y saxofón comienzan las melodías. Ese rincón de la calle reúne a curiosos y enciende el ánimo de quienes pasan. Termina la tanda de canciones, recogen y continúan su camino, al igual que la familia, que sigue caminando tarareando la última canción.
La fiesta del pan es significativa, tanto como este alimento ancestral y bíblico. La reina de la feria, Julissa Guadalupe Palmeros Palmeros, quien asume el trono como Lupita I, comenta que la celebración es un evento de identidad y unidad. Horas antes de recibir el cetro y la corona expresa que “es importante ser la reina, es importante participar activamente en este evento, el más importante de la comunidad”.
Héctor Barradas Palmeros, un comerciante que ha estudiado la historia de esta festividad, refiere que inició en 1735, cuando llega al pueblo la imagen de san Diego de Alcalá y santa Rosa de Lima, pintados en lienzos.
“El entonces dueño de la zona, un hacendado, guardaba este día y compartía el pan con sus trabajadores”, de ahí se desprende que cada año la gente haga pan y lo bendiga para posteriormente obsequiarlo a personas de escasos recursos de la zona. Lo que inició con algunas piezas hoy se traduce en toneladas de harina.
El pan es un símbolo de fraternidad y convivencia, compartirlo es hacer compañeros a los hombres. Según su etimología, la palabra compañero deriva del bajo latín compania, vocablo formado por cum: con, y panis: pan. Así, el significado de esta fiesta cobra una mayor profundidad y fuerza para la comunidad.
El día 13 inicia con las mañanitas a San Diego. En la iglesia el pueblo canta, en lo alto del cerro los vestigios de lo que fue una capilla de la orden franciscana es testigo centenario del fervor otateño.
Arriba del cerro, los frailes Josefinos quisieron fundar un oratorio donde se hiciera oración y fiestas a san José. Aplanaron un piso de tierra para realizar el vía crucis e incluso celebraron misa, pero las actividades cesaron por el contexto revolucionario de México, pues el lugar fue refugio de rebeldes.
El evento más importante y con el que concluye la fiesta es la procesión de san Diego de Alcalá; miles de fieles acompañan al santo por las calles del pueblo que pasea en una pequeña carreta adornada con flores. Cánticos y notas metálicas salen de los trombones, clarinetes y trompetas de la banda, que vestida de rojo, musicaliza el paseo.
Al retorno a la iglesia, el pueblo se hinca y persigna, despiden al santo, le agradecen haber dado pan al necesitado una vez más y la calma vuelve unas horas para, por la noche, celebrar bailando. El día 14 los corazones y la fe verán de nuevo salir el sol, por el resto del año.
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