* Ganar este concurso en cualquiera de sus categorías es un reto que con el paso de los años se ha convertido en un objetivo que no se puede perder de vista
El trabajo previo de diseño y planeación inicia meses antes y la manufactura de 15 a 20 días previos a su elevación; el momento de tensión grupal se vive en el sorteo mientras se calienta el aire con antorchas o hasta sopletes para inflar y elevar a los gigantes en el IX Festival de Globos de Papel de China de Zozocolco.
“Sí, va a mejorar el clima, va usted a ver; otros años ha estado peor pero siempre levanta”, dicen los moradores de la cumbre y alguno que otro viandante que viene cada año; llevan diciéndolo desde el viernes y las esperanzas miran al cielo esperando los rayos del sol que este año no ha querido iluminar los cántaros de barro de la serranía.
El sábado, una racha de buen clima elevó a los primeros participantes del concurso. La mitad de los 38 grupos registrados hasta entonces participaron en la contienda y realizaron su última faena colectiva de este año: levantar la obra producto de sus esfuerzos y esperanzas. Ganar este concurso en cualquiera de sus categorías es un reto que con el paso de los años se ha convertido en un objetivo que no se puede perder de vista.
En este escenario, la concurrencia congregada en el atrio de la iglesia pudo ver la forma en que estos albatros fueron presentados uno a uno como bultos abigarrados de papel de china, amasijos de colores amorfos que con el calor de las mechas, antorchas, ventiladores y hasta sopletes fueron incorporándose primero flácidos, e imponentes al final, desafiando todo pronóstico climático. La expectación era el alimento de todos.
Sin embargo este trabajo artístico, de arte efímero, que ha de realizarse con delicadeza, esmero y paciencia pero que dura lo que dura la flama encendida, experimenta la impotencia de soportar su peso y sostenerlo en un vaho volátil. Muchos fueron los que, como el Ícaro del mito, sucumbieron ante el abrasador beso del fuego.
Por la noche, cuando la elevación masiva iluminó Zozocolco, y en la niebla los globos parecían faros lejanos para alumbrar el camino de las almas despistadas, incluso las brasas ardientes de los globos que se quemaban parecían juguetear con el viento.
Finalmente el cielo no clareó, arreció su embate y durante la noche la lluvia no dejó el lugar; amaneció la neblina hasta abajo y la brisa cobijándolo todo. El frío de la espera tensó a los participantes que esperaban cualquier pequeño momento para poder realizar el objetivo de su empresa.
Luis Enrique Chávez Santiago, de 19 años, y quien hace tres pertenece al grupo Los Cántaros de Zozocolco, que en esta edición logró un premio importante con un globo estratosférico de seis mil 500 pliegos, de cinco estrellas unidas entre sí, dijo que para realizar este trabajo monumental invirtieron 15 días en trazar, 15 en recortar, un mes en pegar, dos meses para unir y encintar y una semana para poner las boquillas por donde entra el aire caliente.
Este gigante es producto de un trabajo en equipo que encuentra su punto cúspide en el momento preciso de elevarlo al cielo; ahí, en la explanada, todos y cada uno de los miembros saben lo que tienen que hacer. Luis Enrique fue el encargado de alimentar con una antorcha durante una hora las boquillas de este globo que se elevó ante el asombro de todos.
El domingo los ojos de los anfitriones y visitantes estaban puestos en el cielo, eran las dos de la tarde y la lluvia no había permitido elevar un solo globo; a pesar de eso la fiesta continuaba: los visitantes pudieron apreciar muestras artesanales y escuchar y bailar sones huastecos.
En la biblioteca, los representantes de los grupos de globeros pactaban un acuerdo con las autoridades y cuando el cielo abrió por un breve instante, todos salieron apresurados a la plaza del atrio de la iglesia a continuar con el concurso
Una vez más la lluvia arreció y se tuvo que suspender el evento. Era la primera vez, en nueve años de celebrarse el festival, que una contingencia ambiental había suspendido la elevación más importante del país, todo era suspenso.
Los participantes y espectadores más aguerridos esperaron hasta entrada la tarde, cuando el cielo se calmó definitivamente y se continuó con el concurso elevando a los globos gigantes de la tan esperada categoría Máster.
La noche llegó con su viento amenazador desafiando a los grupos de globeros, pero ante la animación de los concurrentes los artefactos se elevaron haciendo gala de los más pintorescos diseños, tradicionales, innovadores y poco convencionales.
Hubo sorpresas gratas, como el globo de Tultepec que soltó fuegos artificiales desde las alturas y el dúo de última hora conformado por la delegación colombiana y la de Tlacotenco; las sorpresas avanzaron a la par de la elevación masiva de globos de papel de china mientras el jurado calificador concertaba sus últimas opiniones.
En el punto más tenso de la noche, cuando congregados los participantes en torno de las autoridades esperaban el veredicto final, el último globo grande de la noche se dirigió como magnetizado hacía la luna que había logrado quebrantar las nubes. Los concursantes y visitantes pudieron ver en la lejanía la silueta del globo atravesando la blanca figura de la luna.
Las nubes volvieron a cerrar el cielo anunciando a los tan esperados ganadores. La categoría Máster coronó a tres gigantes zozocolquenses: El grupo Los Cántaros se elevó al tercer lugar con su globo de cinco estrellas.
Los Duendes de Zozocolco se encumbraron al segundo puesto con su trompo-estrella de las tres danzas de Zozocolco de 25 metros de altura y Los Gigantes de Aire se coronaron por tercera ocasión consecutiva con el primer lugar con su globo trompo-estrella, de más de 5,000 pliegos y 27 metros de altura, de diseños tridimensionales.
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