lunes, 11 de noviembre de 2013

Festival de globos de Zozocolco, historia que no se lleva el viento

* “Nuestros abuelos nos decían que hay almas que cuando vienen a visitarnos se pierden, y entonces, elevar un globo, sobre todo en las noches, hace que ellas se guíen y no se pierdan”, recuerda el presidente municipal Cándido Juárez
La calle Emilio Carranza, que conecta el palacio municipal con la iglesia de San Miguel Arcángel se ha llenado de colorido. Los vapores de las ofrendas perfuman el ambiente que ha cesado en su lluvia nocturna para dar paso a la celebración de despedida de las ánimas de los fieles difuntos, para ello, la calle se ha vuelto un corredor de altares edificados por alumnos, padres de familia y profesores de los diversos planteles educativos de la cabecera municipal, 11 en total.
Se han dado cita en este lugar desde el jardín Niños Héroes hasta la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV); cada quien realiza muestras y explicaciones de tan peculiar tradición que, durante este fin de semana, termina cabalmente en la cima de la sierra.
“Cuando ponemos nuestra ofrenda en los altares, les ponemos las cosas que les gustaban a nuestros fieles difuntos y tenemos la creencia de que vienen a visitarnos”, reflexiona Cándido Juárez, presidente municipal de Zozocolco; pero también “nuestros abuelos nos decían que hay almas que cuando vienen a visitarnos se pierden, y entonces, elevar un globo, sobre todo en las noches, hace que ellas se guíen y no se pierdan”.
Rastrear las raíces de esta tradición es cosa difícil, incluso para el experimentado investigador; desde el principio, las cuentas no cuadran y la información lingüística adereza el misterio con otras incógnitas. La población prehispánica que le da nombre al antiguo altépetl (asentamiento indígena) era de origen náhuatl, mientras que los actuales moradores son orgullosos hablantes de totonakú. La movilidad social y étnica que supone este misterio es un factor que no debe dejarse de lado.
Para Vicente Grande Espinoza, maestro de la Escuela Primaria Bilingüe Francisco Javier Clavijero e investigador particular de la historia y raíces del pueblo de Zozocolco, perseguir el dato histórico específico es cuestión de astucia; de saber realizar las preguntas precisas a los datos con los que se cuenta.
En la escalinata que sirve de palco a la iglesia de San Miguel Arcángel que, presumiblemente se comenzó a construir entre 1600 y 1700, apuntala con un lapicero un folder amarillo esbozando un mapa conceptual en el que el centro es un globo de Cantoya.
Al globo se le puede ver desde diferentes puntos de vista, comenta trazando diversos vectores que emanan desde el globo, puede vérsele desde la historia, desde la geografía, desde la física, desde las matemáticas. Por decir algo, si se quiere saber de dónde vienen su historia hay que saber desde cuándo se introdujo en México el uso del papel de china, para empezar.
Una mirada certera propició el silencio consecuente: no podemos atribuirle raíces prehispánicas a esta tradición. Lo que sí se puede hacer, enfatizó a su manera, es rastrear cuándo, cómo y por dónde entró el uso de este material a la región. ¿Cómo te explicas que haya de estos globos en la sierra?, dijo y enseguida señaló un punto en la distancia, detrás de los cerros. Allá atrás está Zacapoaxtla, después de la batalla del 5 de Mayo, toda esa región se llenó de franceses… quizá ellos tuvieron que ver mucho en esto.
Festival de globos de Zozocolco, historia que no se lleva el viento
Al frente, a un costado de la iglesia, los más pequeños comenzaban a elevar sus globos realizados con uno o dos pliegos de papel de china, unos volaban con éxito y los otros padecían la suerte de Ícaro, pero aquello era un verdadero festival. A fuerza de repetirse, desde hace nueve años, cuando comenzó como un concurso local de globos de papel de china, hoy ha adquirido gracias al atinado impulso de las administraciones municipales y al apoyo del Gobierno del Estado el estatus de Festival de Globos de Papel de China.
Las fechas históricas de la extensión del uso del papel de china en la región son un dato que se escapa al viandante advenedizo, la mayoría de la gente no recuerda el inicio, como en toda buena tradición, y hay quienes incluso retoman el nombre del telegrafista Joaquín de la Cantolla y Rico, como principal inventor de este tipo de artefactos.
Fuere como fuere, el dato preciso anda rondando los años de 1800 en los que el campo de acción de los franceses, como introductores del papel de china en la zona serrana, y Joaquín de la Cantolla como principal artífice surcaron los cielos nacionales.
Es necesario recordar con esto que este tipo de manifestaciones aéreas no son privativas de la zona serrana de Veracruz, por lo que brotes de diferentes globeros han surgido casi a la par en lugares distantes como Michoacán, Guanajuato, Puebla, Estado de México y Los Tuxtlas, entre otros.
Un teoría de las tradiciones aún no se ha escrito, pero mucho se ha apuntado sobre ellas, y entre todos los investigadores encargados de delimitar los puntos que debe observar una costumbre social para convertirse en tradición, está aquél que señala que debe ser del agrado de sus adeptos, una tradición pocas veces se mantiene cuando es impuesta; es más fácil que perdure y adquiera las características propias de la población cuando se hace con agrado y sus adeptos gustan de propiciarla y retribuirla.
Es este el caso del festival de globos de papel de china en Zozocolco, en el que chicos y grandes se congregan en torno a su elaboración, elevación y admiración. Si acaso la tradición oral fallara y las almas no se fueran con los globos al cielo, seguramente no se van vacíos, pues en ellos se transporta una cadena de trabajo, cooperación y valores que intervienen en su elaboración y elevación. Las sonrisas son aparte, una ganancia.
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