* La Huasteca embruja hasta al forastero, “cuando ellos prueban, cuando ellos sienten o alguien los induce, adquieren esa nacionalidad huasteca”, asegura el músico Élfego Villegas
Amatlán, Mpio. Naranjos Ver., 24 de noviembre de 2013.- La tierra naturalmente cálida de Amatlán amaneció sumergida en el clima que trajo el frente frío; las chamarras enfundaron los cuerpos de los lugareños y visitantes, los sombreros se vistieron de protectores plásticos y algunos gabanes y rebozos de múltiples colores convirtieron la gris careta del día en una fiesta, y es que siguen los festejos del Festival Anual del Huapango, en memoria de David Celestinos Isaacs, fundador, y promotor incansable de la cultura y tradiciones huastecas.
Los participantes y espectadores se congregan en el auditorio Viva Siempre el Huapango, donde los más aguzados bailadores dan cuenta de su destreza y se realizó un homenaje gráfico al laureado David Celestinos quien, en la distancia, compartió preseas con tres hombres que abren brecha en la conservación y preservación de la cultura huasteca.
Más de pronto habló el trueno, la Tierra Madre se guardó, gran aquelarre suscitó, culebras parieron del suelo y miles de aves al vuelo cruzaron los horizontes y entre silbar de cenzontles la voz del violín afloró, el Huapango se coronó entre los tenek de entonces, así se lee en el poema El regreso infinito, de Celestinos, colocado junto a las fotografías de José Luis Miranda y que conforman la exposición El Regreso, en la que diversas imágenes cuentan la historia de la vida y obra de don David.
En el auditorio, el calor del zapateo, el vibrar de la jarana, la quinta huapanguera y el resuello del violín rechazaban el cobijo al que obliga el frío viento de la plaza, pero para todos hay en esta tierra. Afuera, grupos de bailadores ejercitaron sus mejores pasos en la plaza del Sol Poniente, en la explanada de la primaria Enrique C. Rébsamen y en cualquier rincón que se presentara plano y bueno para el tacón.
En esta tierra, las mujeres y los hombres nacen puestos para el son, los oídos prestos y el cuerpo en acción-reflejo le pone corazón al baile. Bastan las primeras notas y el primer rasgueo de la jarana para que los pies, como posesos, tomen rumbo propio y parezcan no obedecer.
Tan a flor de piel está el sentimiento huapanguero en el alma del huasteco que es su sangre constitutiva, como el maíz la fibra de su cuerpo. “Todos los huastecos estamos hechos de maíz”, dice don Epifanio Sarmiento Rubio, huasteco oriundo de Tancoco, Veracruz, hablante orgulloso de tenek y miembro principal del trío Los Tenek, quien ha recibido la presea Sol Poniente de Amatlán 2013 por su larga trayectoria promoviendo e investigando la cultura huasteca.
“Los huastecos en sus tradiciones tienen cosas auténticas no de hace 200, 300, 400, no, miles de años que tienen los huastecos de existencia”, comenta para legitimar el amor que profesa por sus raíces milenarias.
Aquí, convergen diversos estilos de vivir el son huasteco porque la Huasteca es tan amplia que abarca seis estados de la República: Veracruz, Tamaulipas, Hidalgo, San Luis Potosí, Puebla y Querétaro.
Buscar la esencia de lo huasteco es buscar el ícono misterioso que ha hecho que una identidad se amolde a todos estos espacios geográficos, étnicos e históricos: la Huasteca es una nación que embruja hasta al forastero. “Cuando ellos prueban, cuando ellos sienten o alguien los induce, adquieren esa nacionalidad huasteca”, asegura Élfego Villegas Ibarra, del trío los Cantores de la Huasteca, quien también ha recibido este año la codiciada presea.
Desde los 14 años anda en la brega, en el camino del huapango, y en su vida ha presenciado la manera en la que lo huasteco penetra en la vida de los viandantes que, por azares del destino, tropiezan con la Huasteca; recuerda grupos que se han apropiado tanto del son, del huapango, que han tenido que ir muy lejos -los Estados Unidos, por ejemplo– y que se han llevado ese estilo de vida a aquellas latitudes.
El secreto de ese embrujo que parece ejercer el Huaxtecapan sobre cada persona que pisa esta tierra de diversos bemoles es algo en el aire que no se puede tocar, puede estar en los olores de sus múltiples platillos, en el aroma de las flores o en las ondas sonoras que lleva el viento y que transportan a lugares misteriosos ese modo de vida que es el huapango.
Aquí se manifiesta el huapango en todo su esplendor, con sus cinco instrumentos, porque no sólo las tres cuerdas componen el vaivén sonoro. A la jarana, al violín y a la quinta huapanguera deben incorporárseles la voz y el zapateado que generan entre todos esa atmósfera única llamada huapango.
Allá, en la Huasteca queretana, por poner un ejemplo, la frontera del huapango huasteco se hermana con la del huapango arribeño. Dos tradiciones distintas se vuelven similares y encuentran en personas como Reynaldo Mota Molina, tercer premiado de este año, un camino bueno por el cual conducirse. Como promotor cultural honorario, ha creado el programa Rescate de nuestras raíces, mediante el cual la tradición y la cultura huasteca se van arraigando poco a poco en las lejanas pero fraternas tierras queretanas.
“Las raíces culturales aquí y allá son las mismas, eso es lo que quizá amalgama a esta gran área cultural”, comenta advirtiendo que de las seis huastecas ni una sola abraza por completo a una entidad federativa; hay que buscar la unidad en algo más que las fronteras geográficas o políticas.
¿En dónde entonces está la esencia de la Huasteca?, preguntan los músicos, y responden: en los corazones de la gente, porque los huastecos son los principales autores de su identidad. Cada quien se ha acercado por su cuenta a esa esencia y la proyectan al exterior, ya sea por la música, por el baile, por la poesía o las artes en general.
David Celestinos Isaacs, en su poema escribió: ¡Enhorabuena hermanos! ya se oye jolgorio de trinos, van y vienen peregrinos enlazados con sus manos, llegan los tepas, los enanos, incienso y muchas flores que nos pinten de colores, ha llegado el Huapango ya todos están cantando ¡Les digo adiós con amores!
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