Existió alguna vez allá por el año 1200, un horrendo hombre de larga cabellera, ojos destellantes y hocico como de fiera.
Que por su pelo se confundía, con las mujeres de Xonkatlan (lugar de cabelleras o de greñas sueltas).
Una aldea huasteca, gobernada por una mujer llamada, Tezitlal (estrella de piedra) en inmediaciones de la sierra de Kotontepetl (cerros partidos o separados).
Pueblo dominado en ese entonces por el reinado de Tomiyahuatl, después de la caída del imperio huasteco chichimeca de Cuextlán.
Este sanguinario hombre que sobrevivió al exterminio total de varones, realizado por las satanizadas guerreras huastecas de raza negra, provenientes del imperio de Tam yam ija (entonces mucha agua) hoy Majaguales o Tamiahua la vieja.
Huehueyac Xonkaalli habitaba en la espesa selva a salto de mata escondiéndose para no ser descubierto.
Aquel hombre juró vengar a los extintos varones de Xonkatlan y aldeas vecinas, que fueron salvajemente castrados, flechados, desollados y devorados por estas sádicas mujeres.
Este hombre se valía de algún poder mágico para entrar al pueblo sin ser visto y robarse a una mujer cada tres días.
Las llevaba a una cueva de la serranía, donde por medio de amarras las atacaba sexualmente hasta saciarse, para después cortarles los senos, matarlas.
Y como burla o ejemplo de poder, ya muertas las llevaba a cambiar por otra mujer viva
Acto que tuvo indignadas por mucho tiempo a las salvajes guerreras, que por muchas trampas que le pusieron no lo podían descubrir.
Temerosas pensaban también que era un ser divino con el que no podrían jamás.
Pero por fortuna para ellas, una madrugada lluviosa, cuando Huehueyac se llevaba a otra guerrera en brazos, cae un estruendoso rayo y despierta a todas las mujeres de la aldea y a la que llevaba en brazos también.
Esta despierta aprisionándolo con sus férreas manos, para dar tiempo a que las demás aldeanas lo tomaran preso.
Bajo la lluvia en un rito con danzas y grandes hogueras, le arrancaron los ojos, las uñas de pies y manos, lo castraron, lo flecharon, lo desollaron y lo devoraron.
Para así terminar con el mito de Huehueyac Xonkaalli y vivir tranquilas para siempre, empezando a rendir tributo al Dios “Tlapetlantli” (Trueno o rayo), hasta la muerte de Tomiyahuatl en Tenayucan capital de la huasteca en aquel entonces.
Aunque en ocasiones cuando hay tempestad, gentes de algunas comunidades de la sierra, han visto en aparición a este horrible hombre cargando a una mujer ensangrentada, causando gran espanto a las gentes que logran verlo.
Apodándole “tekuani temiktiloni” (bestia asesina).
“Cuextécatl Volvió a la Vida” José Reyes Nolasco.
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