Al llegar a la Intendencia de Veracruz noticias del levantamiento de Hidalgo en Dolores, se formaron los consabidos bandos: el de simpatizadores del movimiento y el de los opositores, los partidarios y los contrarios.
En 1811 aparecieron los primeros grupos levantados en armas en las tierras veracruzanas y, en 1812, cundía la rebelión por todos los rumbos de la intendencia.
En las regiones montañosas de Perote y Xalapa, Coatepec y Huatusco, Orizaba y Zongolica y de Papantla , aparecieron los primeros grupos armados, pues lo escabroso del terreno, los profundos barrancos los riscos de las serranías eran inexpugnables fortalezas que los soldados del rey (realistas) no podían tomar. Cierto que los insurrectos, los insurgentes como se llamaron los soldados libertadores no contaban con un buen armamento: escopetas, machetes, hasta lanzas y hondas, pero disponían de las defensas naturales y el heroico valor de sus corazones y el arrojo que da la defensa que da la defensa de una causa noble y justa. Hasta improvisaban sus armas: un insurgente apellidado Bello, que recorría la zona de Teocelo, Xico y Coatepec, había construido un cañoncito de madera, forrado con piel de toro Pinto. Xalapa se puso a construir obras de defensa pues se creía inminente un ataque de los insurgentes que operaban en la región. En la propia ciudad y a instancias de una mujer, la esposa de un coronel del regimiento de la corona, doña Teresa Medina de la Sota Riva, se formó una junta de resueltos patriotas; pero descubiertas sus actividades, algunos fueron encarcelados y los demás se pusieron a salvo trasladándose a Naolinco donde reinstalaron la junta, que denominaron “Junta Gubernativa Americana”. La señora Teresa Medina fue salvada por su esposo, pero obligada a salir de Xalapa. Entre los componentes de la junta figuraba en primer lugar don Mariano Rincón.
Los insurgentes en grupos cada vez más fuertes, tenían como principal centro de sus hazañas el camino de Perote a Veracruz, con el fin de impedir el transporte de víveres, ropa, armas y otras mercancías para el interior del país. Muchas veces se apoderaron de ricos cargamentos. El comercio en Veracruz, Xalapa y México, resintió muchísimo con esta continua interrupción; en cambio las fuerzas insurrectas se abastecían. También dominaban ya las sierras de Jalacingo y Teziutlán y las llanuras de Barlovento.
Por ese mismo año en 1811 se inició el movimiento insurgente por las montañas de Orizaba y Zongolica.
Grupos reducidos de rebeldes comenzaron a atacar los poblados y caminos: pero engrosados con nuevos contingentes se acercaron a las garitas de Orizaba.
El cura del pueblo de Maltrata, don Mariano de la Fuente y Alarcón (natural de Atzalán, Veracruz), armó una guerrilla formada por campesinos de la comarca.
Pronto se le unieron el cura de Zongolica, don Juan Moctezuma Cortés, quien había sublevado a los del lugar y algunos otros caudillos. Se apoderaron de las Cumbres de Acultzingo, interrumpiendo las comunicaciones de Córdoba y Orizaba con Tehuacán y Puebla. Este fuerte contingente, al mando del cura de la Fuente y Alarcón, atacó la ciudad de Orizaba y, tras breves pero encarnizados combates logró derrotar al jefe español que defendía la plaza, quien huyó a Córdoba y con él los ricos españoles de la ciudad, la que quedó en poder de los insurgentes el 28 de mayo de 1812. Fue relativamente fácil este triunfo insurgente, porque en la ciudad había muchos partidarios de la insurrección y en las filas insurgentes había muchos orizabeños.
El cura de la Fuente y Alarcón sitió a la ciudad de Córdoba, pero después de ocho días tuvo que retirarse, porque tuvo la noticia de que el realista del Llano había recuperado Orizaba y marcaba hacia Córdoba. El cura de la Fuente y Alarcón se situó en Coscomatepec y el cura Moctezuma Cortés, en Zongolica.
En Huatusco se había levantado en armas el ranchero Jacinto Roque, quien ocupó la ciudad al abandonarla los españoles. Roque fue muerto por un bandolero que se hacía pasar por insurgente. Después Antonio Bárcena dominó en la ciudad y comarcas vecinas; aquella ciudad fue albergue y refugio de muchos insurgentes. Dos años más tarde, la recuperaron las fuerzas realistas del teniente coronel Hevia, quien procedió con tanta crueldad que mandó a incendiar la población; el fuego destruyó la ciudad, salvándose únicamente la Iglesia Parroquial. Cuando Hevia informó al gobierno virreinal de lo ocurrido, dijo que “poco daño había causado a los buenos, porque eran muy pocos.”. Más tarde volvió a quedar esta en manos de los insurgentes.
Las ideas libertarias se esparcían por todas partes hasta entre los componentes de la guarnición del castillo de Perote hubo simpatizadores de la causa de la independencia , por lo cual el jefe de aquella guarnición, mandó a fusilar a trece individuos, como sospechosos de simpatizar con los ideales de los insurgentes el 16 de junio de 1812.
En las llanuras del Sotavento, varias poblaciones habían caído en poder de los insurgentes: Cosamaloapan, Chacaltianguis, Amatlán (hoy Amatitlán), Tesechoacán y estaban amagadas Tlacotalpan y Alvarado. Pero los realistas lograron recuperar aquellas poblaciones, en ese mismo año de 1812.
La costa de Barlovento y la Huasteca estaban en poder de los insurgentes, excepto Tuxpan y Tampico.
La Junta Gubernativa Americana, establecida en Naolinco, fue perseguida por fuerzas del Llano, retirándose los componentes de esa junta a las barrancas, después a Misantla, luego a Nautla, hasta que, constantemente perseguidos, tuvo que disolverse.
El mismo realista del Llano logró abrirse paso hasta Veracruz, por el camino Real, siempre amagado por los insurrectos. Pero esta empresa le costó muchos sacrificios y la pérdida de numerosos hombres. Apenas se abría paso en un trecho, volvían a cerrarlo los indómitos insurgentes. Para regresar a Xalapa, Del Llano tuvo que abrir nuevamente el camino a fuerza de recios combates.
Entre tanto el general José María Morelos, después de una series de deslumbrantes triunfos, se citó en Tehuacán, ciudad próxima a Orizaba. Atacó a esta última ciudad y después de reñidos y sangrientos combates se posesionó de ella, capturando nueve cañones, fusiles, parque; hizo numerosos prisioneros y se apoderó de una gran cantidad de tabaco que el gobierno virreinal tenía ahí depositada, valuada en más de 14 millones de pesos.
Solamente permaneció dos días en Orizaba; de regreso a Tehuacán sostuvo fuerte combate con los realistas en las cumbres de Acultzingo, y, a consecuencia de ello los insurgentes se dispersaron y los realistas recuperaron la ciudad de Orizaba.
Nicolás Bravo
Era uno de los más decididos jefes insurgentes que acompañaban a Morelos en sus campañas. El padre de don Nicolás Bravo, don Leonardo Bravo, también luchador de la independencia, cayó prisionero de los realistas y fue condenado a muerte; el virrey ofrecía perdonarle la vida si su hijo, don Nicolás, deponía su actitud revolucionaria. Para don Nicolás la situación era difícil: su amor filial lo impulsaba a salvar a su padre; su amor a la causa de la Independencia le impelía a continuar a lado de sus compañeros. Además desconfiaba de la palabra del virrey, pues en otra ocasión había ofrecido la libertad de un prisionero si el hermano de este se rendía, y una vez que el hermano se rindió fueron muertos los dos.
El general don José María Morelos, establecido en Tehuacán, ofreció un buen número de prisioneros por la vida de don Leonardo Bravo, y advirtió al virrey que si el insurgente era muerto, fusilaría a todos los prisioneros españoles.
Morelos designó a Nicolás Bravo jefe de las fuerzas insurgentes en Veracruz. En esos días derrotó al capitán Labaqui, en San Agustín del Palmar, obteniendo numerosos prisioneros y apoderándose de víveres; después, volvió a derrotarlo en Puente del Rey (Puente Nacional). Nicolás Bravo estableció en su cuartel en Medellín, cerca de la ciudad e Veracruz. Ahí supo que el virrey no había aceptado el ofrecimiento de Morelos y había mandado a dar muerte a don Leonardo. Morelos ordenó a don Nicolás que, en represalia, fusilara a los 300 prisioneros que tenía en Medellín. Bravo ordenó que fueran puesto en capilla para fusilarlos al día siguiente. Pero en la noche cabiló la orden; le parecía una incorrecto matar a 300 hombres en venganza por la muerte de su padre, 300 hombres que no participaron en aquel crimen, 300 hombres que tendrían hogar e hijos que sentirían su pérdida. Pero pensó también en la orden del general Morelos y las consecuencias que le acarrearía no obedecerlas. En fin, después de meditarlo, tomó una resolución: perdonarlo. En la mañana mandó a formar la tropa, como en los casos de fusilamiento. Salieron los prisioneros que colocó en el centro. Entonces les habló de que, conforme a las leyes de guerra, estaban condenados a morir; que el general Morelos había ofrecido sus vidas por las de don Leonardo, pero que tal ofrecimiento no había sido admitido y que su padre había sido ejecutado con crueldad “Tengo órdenes de fusilarlos-dijo-, pero he resuelto perdonarles la vida y darles la libertad; desde este momento quedan libres”. Ante este rasgo los prisioneros porrumpieron en “Vivas” a don Nicolás, a México y a la Independencia; se unieron a las fuerzas de Bravo, excepto 5 que tenían negocios en Veracruz, los cuales, en gratitud, remitieron ropa para los insurgentes.
Después el general Bravo estableció, su cuartel general en Huatusco; atacó a Xalapa; se situó en Puente del Rey y en Tlalixcoyan, intentó tomar el puerto de Alvarado, pero fue rechazado, ya que los habitantes, casi todos españoles o simpatizadores de ellos, defendieron la plaza. Pasó a Coscomatepec; ahí fue sitiado por las fuerzas realistas y después de resistirse, rompió el cerco de las fuerzas enemigas y salió de la ciudad para seguir luchando por la libertad del pueblo mexicano en Huatusco, Puente del Rey, en la costa del Sotavento y después volvió a unirse a las fuerzas que comandaba el general Morelos.
Mariano Olarte
Mariano Olarte fue indígena tototaca de ka región de Papantla. Desde 1813 empezó a luchar por la independencia, sosteniéndose en la parte montañosa de la región, en la sierra de Cuyuxquihui, donde 400 indígenas resistió todos los ataques de los realistas.
En cierta ocasión las fuerzas de los realistas lograron vencer a las de Olarte, pero este revez no lo desanimó; pasó a Cerro Blanco, cerca de la ciudad de Papantla, para seguir resistiendo, en unión con otro insurgente, Joaquín Aguilar. Este último fue traicionado y muerto por uno que le fingía amistad (de las mismas fuerzas insurrectas). Olarte destacó fuerzas para perseguir al traidor, sin lograr darle alcance, pues se pasó a los realistas.
Por más de 4 años continuaron los encuentros entre las fuerzas de Olarte y las realistas. Olarte volvió a operar en la sierra del Cuyuxquihui; intentó apoderarse de la ciudad de Papantla, pero fue rechazado. No se tienen datos exactos del fin de Olarte; se dice que pereció en una emboscada que le tendieron los españoles y aún se afirma que le cortaron la cabeza al cadaver y la exhibieron en un poste en una loma cercana a Papantla, para que escarmentaran los simpatizadores de la Independencia.
Guadalupe Victoria.
En 1814, el general Morelos envió a la provincia de Veracruz al teniente coronel Guadalupe Victoria, para que asumiera el mando de las fuerzas revolucionarias de la provincia. Este insurgente nació en Durango; su verdadero nombre era Manuel Felix Fernández, que cambió por Guadalupe Victoria, porque era devoto de la imagen de Guadalupe y con el apellido de Victoria expresaba su fé absoluta en el triunfo de la causa de la independencia. Estudiaba en México, cuando en 1811 interrumpió sus estudios para unirse a las fuerzas de Morelos.
El primer hecho de armas en el que Victoria tomó parte de la provincia Veracruzana, fue el ataque a un convoy correo en el Camino Real, cerca de Puente del Rey (Puente Nacional).
Después hizo de esa zona entre Naolinco, Puente Nacional y Huatusco, centro de sus actividades no dando tregua ni descanso a los realistas. Recibía pertrechos por boquilla de piedra.
Imposible sería relatar todos los encuentros que sostuvo con los realistas y las veces que atacó los convoyes; se atrincheró en Puente Nacional.
A veces derrotado y perseguido, hallaba salvación en las Barrancas y los bosques, de donde salía para caer otra vez sobre los campamentos españoles y los convoyes. En las ruinas de Palmillas y El Castillo (Zentla) se parapetó para resistir a los perseguidores.
Cuando la guerra de Independencia parecía tocar su fin, porque muchos de sus caudillos habían sido fusilados y algunos de ellos se habían rendido, Guadalupe Victoria prefirió ocultarse en los bosques. Por más de 2 años llevó una vida completamente montaraz, sin ver a nadie, viviendo de los frutos silvestres. “Se le acabaron los vestidos, y no le quedaba más que una frazada. Se le creía muerto. Cuentan que cuando tomó la resolución de internarse por la sierra, al despedirse de un indio fiel, le dijo que si cambiaba la situación, fuese a buscarlo al monte donde lo encontraría vivo o muerto”. Por 1821 cambiaron las cosas; la guerra había terminado.
El indio fue en busca de Victoria. Recorrió la montaña y no encontró a nadie. Al fin encontró unas huellas humanas y supuso que serían de su jefe. Colgó de un árbol un tenate con tortillas y se fue al pueblo por más provisiones. El insurgente hayó las tortillas, las devoró y resolvió ocultarse. Regresó el indio; Victoria los reconoció, pero el indio no pudo reconocerlo. ¿Cómo iba a reconocerlo si su cabello y barba había crecido desmesuradamente, sus uñas eran garras, su cuerpo mal cubierto por una vieja frazada, flaco, enfermo, extenuado?.
Supo entonces Victoria que Guerrero e Iturbide habían firmado el Plan de Iguala y que a ese plan se adhirieron muchos insurgentes y los jefes realistas. Salió de su escondite y se puso en acción.
El Plan de Iguala
Por el año de 1817 la lucha por la Independencia parecía tocar a su fin. Las fuerzas insurgentes habían sido derrotadas y dispersas, los principales caudillos fusilados, otros se habían rendido y sólo algunos, indómitos, sostenían la lucha en diversas partes del país; entre ellos el general Vicente Guerrero en las montañas del Sur del país, el indio Mariano Olarte en las de Papantla y Guadalupe Victoria en las barrancas de Huatusco y Puente Nacional.
Todo hacía suponer que en poco tiempo el gobierno virreinal lograría exterminar a las partidas insurrectas y pacificar la Nueva España.
Pero tanto en España como en México ocurrieron acontecimientos que hicieron variar el rumbo de la Guerra de Independencia. Fernando VII, rey de España, había logrado volver a su país pero se condujo tan despóticamente que el pueblo se rebeló y lo destronó, poniendo en vigor la Constitución de Cádiz que el rey Fernando no quiso acatar.
En México repercutieron esos acontecimientos y sucedió algo semejante a los ocurrido unos doce años antes cuando Diego Leño y el licenciado Francisco Primo Verdad pretendían la independencia de la Nueva España, pero respetado al virrey. Más ahora eran los españoles, el alto clero y los ricos quienes fraguaban un plan de independencia, pero con un gobierno autoritario o llamando a Fernando VII para que gobernase. Pare realizar este plan necesitaban un hombre capaz. Este hombre fue Agustín de Iturbide. Era hijo de españoles, coronel del ejército realista que había perseguido encarnizadamente a los insurgentes. Iturbide pidió fuerzas bien equipadas para batir a Guerrero. Creía vencerlo fácilmente; pronto se convenció que no era tan sencillo someter al insurgente, pues sufrió varias derrotas por la fuerza de éste. Entonces resolvió atraérselo. Le escribió una carta asegurándole estar dispuesto a que juntos hicieran la Independencia. Volvió a escribirle en el mismo sentido. Se encontraron en Acatempan. Guerrero, quien no perseguía otra cosa que la libertad de México, ofreció unir sus fuerzas a las de Iturbide.
Días después, 24 de febrero de 1821, se unieron en la ciudad de Iguala; ahí redactaron un plan, que por esos e llamó Plan de Iguala. En este plan sostenía la Independencia de México, la unión entre Mexicanos y Españoles, que no se consentiría otra religión que la Católica y se le ofrecería el gobierno a Fernando VII y en caso de que este no aceptara, a alguno de sus hermanos. Adoptaron una bandera con los colores verde, banco y rojo, simbolizando en cada color uno de los puntos del Plan: Independencia, Religión y Unión. El ejército se llamó Trigarante o de Las Tres Garantías.
Al saber esto el virrey se apresuró a enviar tropas para combatir al ejército trigarante. Muchos jefes realiastas fueron aceptando el Plan de Iguala; los jefes insurgentes se adhirieron a dicho plan. En México hubo un motín: el virreyVenegas fue depuesto e impusieron a Don Juan O’Donojú. El gobierno virreinal se bamboleaba.
Los Tratados de Córdoba. Fin de la Guerra de Independencia.
La Provincia de Veracruz estaba casi pacificada. Pero al saberse lo hecho porGuerrero e Iturbide los simpatizadores de la independencia desplegaron nueva actividad. Xico. Teocelo, Huatusco, Coscomatepec, Actopan y otras muchas poblaciones se declararon a favor de la Independencia. En Xalapa, Orizaba y Córdobahabía muchos partidarios de la causa.
Don José Joaquín de Herrera, natural de Xalapa, que había sido teniente coronel del ejército realista, había pedido su baja y se hallaba en Perote; se puso al frente de los simpatizadores del Plan de Iguala y se dirigió a Orizaba, cuya ciudad cayó en su poder.
Don Antonio López de Santa Anna, xalapeño también, quien desde 1816 venía combatiendo a los insurgentes en la Provincia de Veracruz, marchó a Orizaba, atacó esa ciudad pero pronto se puso de acuerdo con Herrera y se adhirió al Plan de Iguala. Juntos Santa Anna y Herrera atacaron la ciudad de Córdoba, que también cayó en su poder. Quedó al frente de las fuerzas de esta ciudad el independienteFrancisco Gómez, pues Santa Anna marchó a la costa del Sotavento donde se apoderó del puerto de Alvarado y Herrera pasó a Puebla.
El realista Hevia atacó la ciudad de Córdoba. En esta ocasión todos los cordobeses tomaron las armas para defender su ciudad y la causa de la Independencia , exceptuando tres españoles, que fueron expulsados de la ciudad. Herrera y Santa Anna volvieron a Córdoba. Hevia fue muerto y los realistas, derrotados, se retiraron el 21 de mayo de 1821.
Sana Anna se apoderó de la ciudad de Xalapa. Después atacó la de Veracruz , pero fue rechazado. Se trasladó a Puebla a conferenciar con Iturbide, jefe del ejército Trigarante.
Sin embargo, el general Guadalupe Victoria había vuelto a actuar en las abruptas tierras huatusqueñas.
El camino de Perote a Veracruz había sido el lugar favorito de los sublevados. En la provincia veracruzana solo le quedaba al gobierno realista la ciudad de Veracruz.
En tanto llega a este puerto el último virrey, don Juan O’Donajú, quien entabló pláticas con Santa Anna pidió una entrevista con Iturbide. Santa Anna lo escoltó hasta Xalapa, luego pasó a Córdoba en donde esperó a Iturbide, el 24 de agosto de ese año firmaron ambos convenios y tratados. Estos tratados eran en su parte especial semejantes al Plan de Iguala; pero se estipuló que si Fernando VII o alguien de la casa real de España no aceptase venir a gobernar el Imperio Mexicano, las cortes designarían al monarca y entretanto, se nombraría una Junta Provisional Gubernativa.
El 27 de septiembre el ejército trigarante con O’Donojú e Iturbide al frente, hizo su entrada triunfal a la ciudad de México. Así terminó la guerra de Independencia que inició don Miguel Hidalgo y Costilla el 16 de septiembre de 1810. Habían transcurrido 11 años y once días. México era una nación independiente.
Pero aún quedaban españoles en la fortaleza de Perote, la ciudad de Veracruz y el castillo de San Juan de Ulúa. Santa Anna se apoderó de la fortaleza de Perote y se presentó frente a Veracruz, que defendía el comandante Dávila. Santa Anna pidió la plaza, pero Dávila optó por pasar con sus fuerzas al castillo de San Juan De Ulúa y la ciudad fue entregada al coronel Manuel Rincón el 27 de octubre de ese año.
Solo en el castillo de Ulúa flotaba la bandera española.
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