* Con el apoyo del Gobierno del Estado, pudo participar y representar a su estado con un cesto de carrizo natural
* Es el único artesano de la región que elabora cestería en carrizo
Cuando tenía 10 años, don Leonardo Hernández Hernández aprendió a hacer canastos de bejuco, observando e imitando el trabajo de su padre, ésa fue su mejor herencia que transmite ahora a sus hijos. Hoy, su trabajo es reconocido en todo el país al ganar, en días pasados, el segundo lugar en el IV Concurso Nacional de Fibras Naturales, en Tequisquiapan, Querétaro, y ser reconocido por el presidente Enrique Peña Nieto.
Es el único artesano de la región que elabora cestería en carrizo. De los 30 vecinos que aprendieron el oficio, sólo él se dedica a esta actividad, porque “es muy difícil”, sin embargo, poco a poco, sus seis hijos también se van interesando en este trabajo, aunque todavía son muy pequeños, pero confía en que aprenderán para poder continuar con la tradición.
El artesano originario de la comunidad de Hueycuatitla recuerda con alegría cuando obtuvo este reconocimiento nacional. “Me sentí muy orgulloso, ahora estoy muy animado para hacer más trabajos” y expresó su satisfacción por representar dignamente a su estado.
Con el apoyo de la Dirección de Arte Popular de la Secretaría de Turismo y Cultura (Sectur), Leonardo Hernández participó en el concurso presentando un cesto que tejió con carrizo natural; esta pieza de carga se distinguió entre las más de 600 participantes por su gran calidad y su mecapal, pues el asa larga para colgar fue elaborada con fibra de jonote.
Este material es muy difícil de obtener y además hay que asar el palo y colocarlo en agua durante 15 ó más días, después se separan los hilos, que al ser trenzados serán lo suficientemente resistentes para soportar un gran peso.
La fabricación de canastas en carrizo es un trabajo muy complicado, ya que hacen falta unos cinco días para crear un grupo de piezas, porque no se van haciendo de una en una, además de que se debe invertir mucho tiempo que al final no se ve reflejado en el precio de venta.
El proceso comienza cuando se acerca a su plantación para recolectar el material que selecciona cuidadosamente; para elaborar una sola pieza se colectan tres tipos diferentes de carrizo: macizo, para crear la estructura de la cesta; el medio macizo, que se usa para para tejer la base, y el blando, con el que se crean las terminaciones.
Una vez colectada, hay que preparar la planta para obtener fibras que se van a utilizar, del tronco se separan dos tiras largas, apoyándose con los dedos de los pies para sostener las varas que deben tener el mismo grosor y ser deshojadas, descascadas y pulidas con mucho cuidado, antes de volver a ser divididas en otras dos partes o más, hasta alcanzar el espesor que se necesite.
Para fabricar la estructura que dará forma final a la canasta se cortan nueve, 13 ó 15 piezas, en función del tamaño que se desea, la medida todavía se obtiene a través de cuartas y después de quitar la parte más dura en el centro de estos segmentos, se unen con otra fibra que separan con mucho cuidado en un círculo.
Una vez más, se atan en el centro para que conserven esa forma y en esta parte se moldean las varas para crear la semiesfera que será el centro y se comienzan a entrelazar con una fibra muy delgada de carrizo semimacizo, hasta que obtienen la base, que deberá secarse al sol durante dos días antes de poder darle color.
El tinte también se hace de manera artesanal, pues el cestero corta plantas de muicle que se ponen al fuego y después de cinco horas hirviendo obtiene el color rojo; el negro lo consigue de otra especie, con la hoja más alargada y tiene que estar al fuego durante un día entero.
Finalmente, indicó que utiliza tiras largas y delgadas del bejuco, que ya han sido teñidas de diferentes colores y “hay que tener mucho cuidado de esconder las terminaciones para que no se deshagan ni se vean”.
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